El amor casi nunca tiene razones, o si las tiene, suelen ir a la rezaga del sentimiento como la cola de un cometa.
Primero, inexplicablemente, se nos descalabra el corazón y luego, tozudamente, el cerebro intenta darle un orden lógico al exabrupto, sin mucho éxito.
Y es cuando el amor hace mella, las estrategias de resolución de problemas, las buenas intenciones y los brebajes no encuentran el camino de la restauración, nada se opone al placer amoroso, nadie puede doblegarlo.
No existen razones manifiestas.
No hay demasiadas justificaciones y explicaciones, sino más bien un rotundo "porque si", tan irracional como hermoso. ¿Y por qué no?
El "te quiero" siempre implica ambición.
Suele incluir un "me perteneces" acaparador, cierta necesidad de posesión.
Un amor no posesivo, toma el anhelo y deja el dominio: "No te quiero para mi, ni siquiera te quiero para nada, sólo me gusta ser un observador de tu ser: ¡qué dicha que existas, independientemente de mi y más allá de mi!.
,Esa es la esencia del amor: la alegría de que el otro exista.
Los enamorados se miran hasta gastarse, se descubren, se maravillan, se hipnotizan, porque el otro es fuente de éxtasis.
¡Qué alegría que existas!
El amor es la alegría de que alguien exista.
Lo demás sobra y los demás también.
Me alegro que existas
viernes, 19 de junio de 2009
Publicado por Florencia en 4:35
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